90 minutos de comunión perfecta entre cuerpo y espíritu, entre grada y campo, dio como resultado contundente el pase a la gran final del Futbol Mexicano de los Auténticos Guerreros de Santos Laguna.
Entre gritos y alaridos, representaciones eufóricas de una región ávida de triunfos, los negriverdes Guerreros demostraron durante el encuentro la supremacía del buen futbol frente las llamaradas incipientes de un America muy lejano al de sus grandes glorias y estancado en un accionar ya obsoleto.
Los Laguneros (lagunácticos, SuperGuerreros o cualquier otro adjetivo que usted guste y enaltezca a esos once que lucharon dentro de la cancha) movieron el balón y al contrincante de maneras muy diversas y creativas demostrando una lucidez excepcional en el buen trato del juego. Aquel Santo rectángulo verde del Corona se convirtió en el tablero de ajedrez de un excelente estratega que con sus movimientos y pese a la caída de una de sus torres en la defensa, logró dilucidar el pase a la gran final del Apertura 2010.
La Comarca Lagunera hoy no solo vibra por su constante esfuerzo y victorias diarias ante un desierto duro y lleno de demonios. Hoy la Comarca vibra también porque en esta tierra árida y terrosa existen once Guerreros dispuestos a conseguir más glorias para la causa Lagunera. La empresa no será nada fácil ya que del otro lado se encuentra un enemigo casi de iguales características. De estirpe diferente a la Guerrera están unos Rayados que harán todo lo posible por alejar el sueño de victoria y gloria de la Laguna.
Dos escuelas y estrategias muy diferentes se enfrentarán a partir del próximo jueves. Por un lado el toque calculador, frío, milimétricamente efectivo que a veces sacrifica al espectáculo; por el otro la creatividad y alegría por el buen trato del balón, la velocidad, el quiebre y la explosividad intrínseca de una ofensiva llena de picardía y romance con el gol.
El duelo por la Supremacía no solo del Norte, sino del balompié nacional esta ya pactado y solo uno podrá tener la cuarta estrella en su escudo. El otro, derrotado, simplemente tendrá que esperar.
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